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Un concepto para un estándar BIM en Chile

Enviado por el Arquitecto Alberto Montealegre Beach (MONTEALEGRE BEACH ARQUITECTOS).

Chile carece de un estándar BIM.

Luego de, por lo menos, 15 años de experiencias individuales y aisladas con software de tipo BIM, Chile está reaccionando ante la necesidad de crear una visión colectiva de este uso y de organizar la industria de la construcción de una forma más armónica para el aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Un compromiso de Gobierno, un programa de CORFO, nuevas instituciones de usuarios y varios impulsos desde diferentes organismos estatales y privados están intentando dar forma a una práctica del diseño y la construcción que incorpore la integración de modelos tridimensionales y bases de datos, con ambiciosas prestaciones. Pero también, una mezcla de exageradas expectativas, de experiencias incompletas y de mucha falacia publicitaria está modificando el escenario de la construcción haciendo urgente la comunicación entre Mandantes y Proyectista, Constructores y Usuarios, en relación a las auténticas posibilidades y realidades técnicas, económicas y culturales del país. 

Chile carece de un estándar BIM. No se trata de que falten las normas o que no sean aplicables en nuestro país los estándares de otras partes o, tampoco, que haya una resistencia a dejarse regir por la mentalidad de otros países más dominantes al respecto. Esas cosas son reales: existe esa resistencia y faltan esas normas específicas propias. Y buenas razones explican que eso sea así hoy. Pero me parece que la principal razón de la carencia está en la falta de un desarrollo “a la chilena” del asunto.

Esto es relevante porque un estándar de la industria está necesariamente gobernado por dos polos que tensionan el resultado o las condiciones de existencia de ese estándar. Un polo lo forman las normas; es el estándar “escrito”, podríamos denominarlo así. El otro polo es el estándar de la costumbre o el estándar invisible de la idiosincrasia, la autoconsciencia o, incluso, el autorespeto. El primer polo es el legal, el aplicable por fuerza de la ley y del acuerdo contractual. Define el mínimo, la línea bajo la cual no se acepta como cumplida o realizada una tarea. El segundo define el máximo, el horizonte hacia donde apunta todo cumplimiento que ha de reconocerse como “bien logrado”. Este segundo polo determina al artesano, al artista, al profesional y define su calidad. Cuando nos referimos a la tecnología alemana, a la precisión suiza o la paciencia china, estamos aludiendo a la fuerza con la que el segundo polo caracteriza la producción de una nación. Llamemos a este polo, el cultural.

Y es importante llamarlo así, porque lo que hace falta es precisamente un proceso de cultivo. Esta polaridad es la clave de las expectativas. Ambos polos tiran cada uno de su lado: ninguna norma escrita puede ser verdaderamente aplicable si no existe el compromiso de usarla, es decir, si el polo cultural se niega a acogerla y ejercerla a cabalidad. Pero también, en materia de estándares, ninguna norma escrita tendrá sentido si no es capaz de incorporarse orgánica y funcionalmente a la cultura que pretende regir. En otras palabras, aunque la norma defina el piso, el techo del estándar estará siempre dado por el polo cultural. Sin embargo, y he aquí por qué este no es un círculo vicioso, inevitablemente este techo será modificado necesariamente por el polo “escrito”. En esto radica la clave de las expectativas: el polo escrito debe ser capaz de cultivar al polo idiosincrático.

Este concepto no es un mero juego de ideas. Por el contrario, es la clave a la hora de pensar un estándar BIM para Chile. Estamos acostumbrados a referirnos a nuestro modo de hacer diciendo “a la chilena”, pero, aunque esa expresión suele sintetizar peyorativamente a un conjunto de malas prácticas, no podemos descuidar que también implica muchas buenas prácticas que lejos de desdeñar, reconocemos por su pragmatismo, realismo e ingeniosidad. Por eso, al pensar un estándar es necesario buscar esas buenas prácticas y procurar que el polo “escrito”, primero, las rescate e incorpore orgánicamente, y luego las potencie y las eleve. El intercambio multidisciplinario es el ámbito ideal para esta búsqueda. El diálogo entre los actores y el perfilamiento de los roles, es imprescindible. Me parece que el diseño de un primer estándar BIM para Chile debe comenzar por construir un rescate de los roles y las mejores prácticas de la Industria que, desde luego, son muy anteriores a BIM, y debe comenzar por reeditarlas en un lenguaje común y, tal vez más contemporáneo. Por el contrario, creo que nada aseguraría un fracaso más profundo que la importación insensible de ambiciosos modos de hacer, externos y ajenos al estado actual de nuestras costumbres, sin primero reconocer que, a nuestro modo, ya sabemos y hemos sabido siempre hacer bien y a nuestra manera. El software BIM no ha inventado la industria en ninguna parte; ésta ya existía antes. Tampoco ha inventado roles, oficios y responsabilidades nuevas aunque hoy se quiera artificialmente dar nombres nuevos a los antiguos roles (¿Coordinador BIM, Revisor BIM, Modelador BIM?). Pues no puede pretenderse que una herramienta sea útil, si comienza por herir las manos de quién la usa. Por lo tanto, el primer pie del polo escrito debe ponerse sobre el peldaño seguro del propio y vigente estado actual del arte.